jueves, 24 de abril de 2008

We will survive


Un rayo de luz entra por la ventana. Roza mi cara con suavidad y yo siento como si alguien me acariciase la piel tiernamente. Con los ojos aún cerrados intento seguir soñando, imagino que es él. Que el calor que me rodea es el de su cuerpo rozando el mío.

Me acaricia el pelo, la mejilla, los labios… entonces abro los ojos. El rayo de sol ilumina mi cara. Estoy sola en la cama, pero él sigue ahí, no se va, no se irá. Una dulce sensación en el estómago me provoca una sonrisa tonta.

Me quito el edredón de encima, me siento en la cama y me revuelvo el pelo con la mano. La sonrisa no se borra de mi cara, pongo una canción y la canto a la vez que me levanto de la cama. Estoy feliz, no hay ningún motivo aparente. Pero no paro de pensar en él. No desaparece, sigo recordando el calor de su cuerpo y el olor de su piel.

Pasan los segundos, los minutos, las horas… y mi mente no para de recordar, pensar e imaginar. Espero al final del día ansiosamente para escuchar su voz: me produce seguridad y tranquilidad. Pero a la vez siento nervios. Quiero saber todos los detalles de su día, hasta lo más insignificante me gusta. Su forma de hablar, de reír y de hacerme sonreír.

Quiero ser perfecta, sentir que al mirarme está feliz. Mirarle a los ojos y saber lo que está pensando. Compartir lo bueno y lo malo. Todos los momentos son un gran momento. Ser capaz de detener el tiempo para mirarle durante horas. Acariciarle la espalda y abrazarle con todas mis fuerzas.

Todos los días son soleados cuando me despierto y recuerdo. Aunque el cielo esté cubierto de nubes negras y la lluvia inunde las calles de lágrimas, mi estómago provoca esa sonrisa tonta, y en mi mundo sólo hay sol… Sol y ÉL.

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